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A veces, todo lo que puede pasar, pasará, y el futuro se desarrolla según las posibilidades, no las probabilidades. El usuario de Reddit Zarxpy pidió recientemente a los usuarios de la plataforma que compartieran sus momentos en los que "no deberían haber visto eso", y cientos respondieron de inmediato. Desde coincidencias afortunadas que les reportaron unos cuantos dólares hasta situaciones incómodas que terminaron en un silencio igualmente incómodo, sus historias demuestran que un segundo puede cambiar por completo el rumbo del día o, en raras ocasiones, incluso el de la vida entera. Aquí están las que más nos impactaron.
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Estaba instalando el cable en las viviendas de la base militar. Llamé a la puerta y una mujer me abrió. Empecé a trabajar en la televisión de la sala.
Oí la ducha arriba y luego la oí cerrar. Unos instantes después, oí pasos fuertes bajando las escaleras. En los últimos escalones, un hombre saltó desnudo a la sala, donde creía que estaba su esposa.
Se le balanceaba al viento diciendo obscenidades antes de darse cuenta de que yo no era su esposa y que no llevaba toalla ni nada. Simplemente se dio la vuelta y se escabulló escaleras arriba sin decir palabra, mientras su esposa aparecía riéndose.
No bajó durante el resto de la instalación, jajaja.
Me desperté en mitad de la noche y vi a mi perro coger la almohada con la boca y moverla al otro extremo de la cama. Después me miró como diciendo: "No deberías haber visto eso".
Trabajé en un restaurante que, de alguna manera, se mantenía abierto a pesar de tener casi ningún cliente. Prácticamente era el único empleado. Una noche me quedé un poco más tarde de lo habitual para limpiar cuando un grupo de tipos entró por la puerta trasera con bolsas de lona y se dirigió directamente a la oficina del dueño. Él salió y me dijo que me fuera a casa y que limpiara por la mañana. Trabajé allí un par de meses más y nunca dije nada al respecto. Me pagaban en efectivo en negro, mucho más de lo que me correspondía. Creo que ahora entiendo cómo se mantenía abierto.
En la universidad, llegué temprano a casa porque un profesor tardó en cancelar la clase. Pillé a mi compañero de piso y a su mejor amigo haciendo un 69. Los dos tenían novia.
De adolescente, a principios de los 2000, era un apasionado de la informática y todos los amigos de mis padres me pedían que les quitara los virus de sus ordenadores, y me encantaba... excepto que siempre encontraba vídeos de menores, pruebas de infidelidades u otras cosas ilegales. Nunca les conté a mis padres con qué frecuencia ocurría.
Pero bueno, al final me convirtió en un exitoso investigador de ciberseguridad que adora su trabajo.
Uno de mis primeros trabajos fue de telemarketing para un plan de larga distancia. Alcancé el mejor nivel de ventas durante varias semanas seguidas. Luego tuve una mala semana; recibí varias llamadas de personas a las que intentábamos venderles que me decían que ya tenían un plan muy similar al nuestro, solo que con otro nombre. Fui a la oficina de los gerentes para preguntarles algo, ya que no había ninguno presente. Los vi creando listas de contactos a partir de las guías telefónicas de otros estados (si bien no es del todo ilegal, significa que no estaban consultando las listas de exclusión telefónica). También había pilas de hojas de llamadas antiguas con el nombre de ese otro plan. Me despidieron al día siguiente. Al día siguiente, la FCC y el FBI hicieron una redada en sus oficinas. Estaban estafando a la gente cambiándola de plan y cobrándoles las tarifas de alta y cancelación.
Al alistarme, necesitaba mi acta de nacimiento. Le pregunté a mi madre dónde estaba y me dijo que buscara en mi álbum de fotos de bebé. No encontré el acta, pero sí el perfil de la clínica de fertilidad del donante que usaron para concebirme. Fui hijo único. Desde entonces, he hablado con mi donante con frecuencia y mantengo contacto con una de sus hijas, mi media hermana.
Salí a ver a una clienta que había pasado tarde por la noche para consultar algo (una historia larga y sin importancia) y la encontré besándose apasionadamente con el marido de su mejor amiga de toda la vida (que también era clienta). Salí corriendo de allí antes de que me vieran, pasé dos días intentando aclarar cuáles eran mis obligaciones personales y profesionales, y antes de llegar a ninguna conclusión, la esposa / mejor amiga los descubrió y el asunto quedó resuelto.
Mi compañero, mi jefa y yo estábamos trabajando hasta tarde. Salí y volví diez minutos después porque había olvidado algo en mi escritorio. Me encontré a mi compañero sentada en mi silla y a mi jefa subiéndose los pantalones a toda velocidad. ¡Ni siquiera me pusieron la silla bien después! ¡Qué descaro!
Una vez, en la secundaria, estaba jugando afuera cuando se suponía que debía estar en clase y vi a un profesor fumando en el patio de juegos. "No nos hemos visto", dijo. Le di la razón y volví a clase.
Eran como las dos de la madrugada y quise coger algo del cobertizo. Salí al patio trasero, abrí la puerta y vi a mi compañero de piso practicándole s*xo oral a mi otro compañero, que casualmente tiene novia y también vive en la misma casa compartida.
Los señalé, me reí, entré en el cobertizo, cogí mis cosas y salí.
Me mudé poco después, ya que la situación en la casa compartida se desmoronó muy rápido a partir de esa noche.
De niña era un auténtico marimacho: tenía el pelo corto, quería jugar con chicos, y cuando tenía 4 años, mi pobre niñera tuvo que ponerme un vestido para una fiesta de Navidad y la rabieta que tuve fue tan tremenda que la familia lo recordó durante años…
Al final cedí después de años de presión por parte de mi familia y mis amigos (los adultos también dejaron de dejarme comprar ropa de chico), así que cuando tenía 11 años, la vuelta al cole fue oficialmente con ropa de chica… ¡Madre mía, al principio me sentía tan incómoda!
Un par de semanas después, estaba buscando algo en la habitación de mi madre, abrí un cajón y encontré una lista escrita a mano de cosas por las que estaba agradecida… y en lo más alto de la lista estaba que yo “por fin me vestía como una chica”.
No fue nada agradable encontrar algo así.
Era adolescente. Un amigo y yo estábamos de excursión en el Parque Nacional. Acampábamos en un lugar secreto y escondido. Casi nadie sabía que existía. Yo estaba sentado en lo alto de un acantilado de unos cinco metros y medio, contemplando el paisaje mientras bebía una botella de vino. Llegaron dos señoras maduras, de unos treinta y tantos. Se pusieron a charlar al pie del acantilado. Era un lugar soleado y apartado, con buenas vistas. Se desnudaron y empezaron a tomar el sol. Nunca antes había visto a una mujer desnuda. Fue genial. Esperaba que se besaran o algo así. Pero en vez de besarse, empezaron a reventarse los granos mutuamente.
La fantasía se encuentra con la realidad.
Cuando estaba en la universidad, una noche volvía caminando a casa después de salir de copas. No me sentía muy bien, así que decidí irme temprano. Mientras caminaba por la calle donde se concentra la vida nocturna, vi un par de furgonetas aparcadas en un callejón. También vi a unos tipos entrando y saliendo de un edificio vestidos de negro, y un par de ellos parecían gordos o llevaban chalecos antibalas. Un tipo me vio observándolos y se me acercó diciéndome: "Date prisa, colega". Y me apuró para que pasara. Pensé: "Qué raro".
Llegué a casa y no volví a pensar en ello hasta la mañana siguiente, cuando un amigo que había trabajado de portero en un bar de la ciudad me escribió preguntándome si había visto las noticias. Le dije que no, cogí el portátil y abrí el navegador para ver una de las filiales locales de la NBC. Al parecer, otro de los clubes de la ciudad estaba gestionando una red de narcotráfico masiva en la trastienda. Los allanaron la noche anterior y, por casualidad, me topé con su centro de operaciones. Creo que los tipos que arrestaron siguen en prisión.
Un día me quedé en casa enferma. Tenía ganas de ir al baño, pero alguien se estaba duchando, así que llamé para preguntar cuándo saldría. La puerta se abrió de golpe y me encontré de frente con mi padre. Nos quedamos paralizados mirándolo fijamente, y luego corrí de vuelta a mi habitación. Al parecer, no sabía que estaba enferma y pensó que era mi madre. Al día siguiente había un cartel en la puerta del baño que decía: «Cuidado, hombre loco desnudo». Jajaja.
Trabajaba como guardia de seguridad en un edificio corporativo. Un día, mirando las cámaras de seguridad, vi a dos compañeros besándose apasionadamente en el ascensor. El chico se había casado una semana antes y la chica era la dama de honor de su esposa.
Estaba en un viaje de negocios a Nueva York y seguía las indicaciones del GPS para ir a pie cuando me llevó por un callejón. Al entrar, me gustó la vista (creo que era parte de Washington Square Park, no recuerdo bien), así que me detuve y saqué el móvil para hacer una foto. Mientras lo hacía, una chica guapa, probablemente universitaria, unos años menor que yo, entró al callejón por el otro extremo y se dirigió hacia mí. Sin querer ser grosero ni un pesado, guardé el móvil. Justo en ese momento, pasó por encima de una rejilla en la calle.
Supongo que a estas alturas debería decir que llevaba falda.
El aire que subía de la rejilla le levantó la falda tanto que Marilyn Monroe se habría sonrojado.
Se acomodó la falda rápidamente y recuperó la compostura, pero, como diría Patrick Stewart, lo vi todo.
Ambos caminamos los treinta metros que nos separaban sin decir una palabra ni mirarnos a los ojos. Simplemente fingimos que no había pasado nada y nos cruzamos como dos personas.
Pienso en ella de vez en cuando. Espero que esté bien.
Tengo el mismo nombre que la novia de una amiga y ella, por error, me envió fotos desnuda a mi en lugar de a ella.
Pasé por una pizzería después de que terminaran las clases y los dos empleados se estaban metiendo mano en la parte de atrás y no se dieron cuenta de que había un cliente durante un rato.
Entré a casa de mis abuelos con mi llave. Insistían en que todos tuvieran llave, siempre querían que la gente entrara sin más, así que lo hice.
Entré y mis abuelos estaban tumbados en el sofá del salón. La abuela llevaba camisón y el abuelo, con prisa, sacó las manos de debajo del camisón.
Fui a la cocina a por un café y una galleta, y él se acercó y me dijo: «Solo estaba calentándome las manos en las piernas de tu abuela». Claro, abuelo, diremos eso.
La verdad es que me encantó por ellos, pero desde luego no debía haberlo visto. Se lo conté a mi madre cuando llegué a casa y estaba que se salía de la emoción, deseando llamar a su hermano para contárselo.
