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Cuando uno habla con los más pequeños, un factor común es el anhelo de tener un patio, un espacio verde en su casa, por muy pequeño que sea. Esto se vuelve aún más importante cuando hablamos de familias con chicos, ya que los beneficios que trae a su desarrollo son realmente notables. Si estás en la duda acerca de si realizar o no una inversión vas a terminar de convencerte de hacerlo leyendo esta nota que encontré en el blog de Siete Soles: ventajas de que tus hijos jueguen al aire libre.

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La tecnología penetró hasta tal punto en nuestras vidas que, hoy en día, funcionan como un verdadero “chupete electrónico”, al que acuden algunos padres cuando quieren que los hijos se tranquilicen, entretengan o calmen. Si bien esto ha desarrollado capacidades y habilidades en los chicos, no debería considerarse un reemplazo de otras actividades, especialmente motrices, que se realizan al aire libre.

En primer lugar porque el hecho de salir afuera es una invitación indiscutible para jugar con otros niños. Esto, sin dudas, los ayuda a desarrollar habilidades sociales como la empatía, la negociación y otros aspectos como la aceptación de reglas, el intercambio de roles, etc. Cuando la “interacción” se reduce a una computadora, el niño queda reducido a un receptor que sólo da respuestas automáticas.

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El juego al aire libre exige del cuerpo, por lo que los niños aprenden a tener un mayor control del mismo, al mismo tiempo que se ejercitan y ponen a funcionar músculos y huesos que, estando sentados frente a un televisor, no intervienen. La motricidad, elasticidad, el equilibrio, entre otras habilidades, se desarrollan poniéndose en movimiento.

Otro de los beneficios es el fortalecimiento del sistema inmunitario: los niños, al entrar en contacto con diferentes estímulos, se vuelven más inmunes y aprenden a convivir con diferentes situaciones y factores, sin resultar dañados. El cuerpo es sabio y se va acostumbrando a las características del entorno, siempre y cuando lo demos a conocer. Por ejemplo, los niños que jamás salen de su casa, en su primera “expedición” al mundo, corren más riesgos de resfriarse que otros cuyo cuerpo ya está habituado al clima del lugar.

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Aunque muchos padres creen que la tecnología los hará estar más tranquilos, la realidad es que los niños tienen una enorme cantidad de energía que gastar. Y jugar y hacer deporte al aire libre es una de las mejores maneras. Si no la utilizan, el resultado es el obvio: estarán inquietos, es decir, que se generará el efecto contrario. Dejémoslos correr, saltar, trepar a los árboles, jugar al fútbol o cualquier otro deporte. No sólo se van a divertir enormemente sino que, además, traerá incontables beneficios para su salud.

Por último, por supuesto que cabe aclarar que no se trata de dejarlos solos o “librados a su suerte” mientras están afuera. Los niños necesitan de un adulto que esté allí para cuidarlo y controlarlo, atento a que nada le suceda. Entonces, esta recomendación es también para los padres: busquemos un lugar seguro, que no implique mayores riesgos y que tenga un ambiente apto para jugar y crecer.

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Cuando uno habla con los más pequeños, un factor común es el anhelo de tener un patio, un espacio verde en su casa, por muy pequeño que sea. Esto se vuelve aún más importante cuando hablamos de familias con chicos, ya que los beneficios que trae a su desarrollo son realmente notables. Si estás en la duda acerca de si realizar o no una inversión vas a terminar de convencerte de hacerlo leyendo esta nota que encontré en el blog de Siete Soles: ventajas de que tus hijos jueguen al aire libre.

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La tecnología penetró hasta tal punto en nuestras vidas que, hoy en día, funcionan como un verdadero “chupete electrónico”, al que acuden algunos padres cuando quieren que los hijos se tranquilicen, entretengan o calmen. Si bien esto ha desarrollado capacidades y habilidades en los chicos, no debería considerarse un reemplazo de otras actividades, especialmente motrices, que se realizan al aire libre.

En primer lugar porque el hecho de salir afuera es una invitación indiscutible para jugar con otros niños. Esto, sin dudas, los ayuda a desarrollar habilidades sociales como la empatía, la negociación y otros aspectos como la aceptación de reglas, el intercambio de roles, etc. Cuando la “interacción” se reduce a una computadora, el niño queda reducido a un receptor que sólo da respuestas automáticas.

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El juego al aire libre exige del cuerpo, por lo que los niños aprenden a tener un mayor control del mismo, al mismo tiempo que se ejercitan y ponen a funcionar músculos y huesos que, estando sentados frente a un televisor, no intervienen. La motricidad, elasticidad, el equilibrio, entre otras habilidades, se desarrollan poniéndose en movimiento.

Otro de los beneficios es el fortalecimiento del sistema inmunitario: los niños, al entrar en contacto con diferentes estímulos, se vuelven más inmunes y aprenden a convivir con diferentes situaciones y factores, sin resultar dañados. El cuerpo es sabio y se va acostumbrando a las características del entorno, siempre y cuando lo demos a conocer. Por ejemplo, los niños que jamás salen de su casa, en su primera “expedición” al mundo, corren más riesgos de resfriarse que otros cuyo cuerpo ya está habituado al clima del lugar.

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Por último, por supuesto que cabe aclarar que no se trata de dejarlos solos o “librados a su suerte” mientras están afuera. Los niños necesitan de un adulto que esté allí para cuidarlo y controlarlo, atento a que nada le suceda. Entonces, esta recomendación es también para los padres: busquemos un lugar seguro, que no implique mayores riesgos y que tenga un ambiente apto para jugar y crecer.

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