“En Finlandia, los niños les leen a los perros”: Estas 15 historias e imágenes demuestran que nuestro mundo es muy extraño
Internet es tan grande que se siente como un universo en sí mismo. Aún así, entre el infinito caudal de contenido en el que nos movemos todos los días, pocas cosas destacan. Nuestra capacidad de atención en las redes sociales es de solo 1,7 segundos, lo cual significa que la mayoría de lo que vemos sigue su curso sin que nos tomemos el tiempo de leer o absorber nada.
Pero, existen algunos rincones de internet donde vale la pena detenerse. Uno de ellos es la página de Facebook “Strange Things”, donde se comparten datos extraños e interesantes sobre el mundo. A continuación, encontrarán algunas de sus publicaciones más intrigantes: esperamos que les interesen y que los hagan leer un rato más.
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Pisadas de gato en las baldosas de un piso del medievo, del siglo XII, en la Iglesia de San Pedro, Wormleighton, Inglaterra.
En 2011, un hombre de 59 años llamado James Verone robó un banco. Lo hizo al pasarle al empleado una pequeña nota que pedía un dólar. Solo robó un dólar. Luego de recibirlo, el señor Verone se sentó y esperó a que la policía llegara.
Debido a que sufría de problemas de salud crónicos, Verone había perdido recientemente su trabajo como repartidor y, con ello, su seguro médico. Como resultado, no podía permitirse el cuidado médico que necesitaba para sobrevivir. Sabía que, en prisión, recibiría el tratamiento que necesitaba, incluso si no tenía seguro de salud, por lo que cometió el robo para seguir con vida. Lo sentenciaron a un año de prisión, durante el cual recibió el tratamiento que le salvó la vida.
Un país civilizado no debería permitir que ninguno de sus ciudadanos se encuentre tan desesperado por ayuda médica que esté dispuesto a cometer un robo a mano armada para sobrevivir. Hacerle pagar a la gente sumas desorbitadas por medicina y tratamientos que necesitan, solo para ganar dinero, es una injusticia loca.
Proximamente en sus mejores cines gracias a PP y VOX
Ahora que estás aquí, podemos decir que eres alguien a quien le encanta aprender sobre el mundo a su alrededor. Pero, ¿alguna vez te has detenido a preguntarte por qué sentimos curiosidad en sí?
La curiosidad no es solo un rasgo lindo de la personalidad: forma parte de lo que somos y sirve a un propósito más grande que solo querer saber cosas.
En las bibliotecas de Finlandia, los niños les leen a los perros (e, incluso, en las granjas, a las vacas), dado que los animales escuchan con calma y atención y ayudan a los niños a relajarse y concentrarse. Esta actividad forma parte de programas organizados por la “Organización Canina Finlandesa” y los municipios participantes.
La “guerra” entre Dinamarca y Canadá ha existido desde 1984.
Los dos países, específicamente Groenlandia y Canadá (los daneses son representantes), se “pelean” por una pequeña e inhabitable isla llamada Isla Hans.
La guerra se desarrolla así:
A turnos, ambos países envían militares hacia la pequeña isla para izar su propia bandera y quitar la del otro bando. Esto se repite una y otra vez.
Los daneses siempre dejan una botella de licor danés para los canadienses y los canadienses dejan una botella de whisky para los daneses.
Si esa no es la manera correcta de resolver un conflicto, no sé cuál será.
Los camarones y los peces góbidos.
Los góbidos ven mucho mejor y montan guardia mientras los camarones cavan un hoyo.
Luego, a la noche, ambos comparten ese hoyo, para estar más seguros de los depredadores.
Lo que me sorprende de este comportamiento es que se convirtió, con el tiempo, en parte de la especie. Los camarones se volvieron menos temerosos de los peces y viceversa. Se dieron cuenta de que: “Estaremos mejor unidos que enemistados”.
Si tan solo más humanos se dieran cuenta de lo mismo.
Los fanáticos canadienses de Leonard Nimoy hicieron enojar al Banco de Canadá al dibujar los billetes de $5 en honor al Sr. Spock.
La imagen de Sir Wilfrid Laurier, quien fue el séptimo primer ministro de Canadá entre 1896 y 1911, fue alterada para que se pareciera al icónico personaje de Nimoy en Star Trek.
A primera vista, parece algo un poco extraño que los humanos tengamos curiosidad. Biológicamente, estamos programados para sobrevivir: comer, beber, reproducirnos y evitar peligros siempre que sea posible.
Adentrarnos en lo desconocido no encaja con exactitud en ese plan. Si cada humano del pasado hubiera tenido la necesidad incontrolable de entrar en cuevas oscuras o acercarse y tocar todas las serpientes para saber cómo se sentían, es probable que nuestra especie no hubiera avanzado mucho.
Y, aún así, sentimos esa necesidad. En diferentes niveles, queremos aprender y comprender. Es la misma necesidad que nos llevó a descubrir nuevos continentes, desarrollar vacunas, explorar el fondo del océano y enviar cohetes al espacio. Entonces, ¿de dónde proviene la curiosidad?
“Todos los años, en Finlandia, unos cuatro mil renos pierden sus vidas en carreteras debido a accidentes de coche, así que les han pintado las astas con pintura que refleja la luz para que los conductores puedan verlos durante la noche”.
La inosculación es un fenómeno natural en el que los troncos, las ramas o las raíces de dos árboles crecen juntos. Es biológicamente similar al injerto. Estos árboles se conocen, en la silvicultura, como gemelos.
Debajo de Venecia, las estructuras históricas descansan en miles de pilas de madera, principalmente de roble y de pino, empujadas hacia el lecho de la laguna.
Aunque construir sobre maderas sumergidas en agua parezca extraño, este método de ingeniería demostró ser extraordinariamente efectivo. El agua salada, sin oxígeno, hace que la madera no se pudra, a la vez que el constante contacto con el agua ayuda a que se endurezca con el tiempo, transformándola en material similar a la piedra.
Este sistema ha permitido que los palacios venecianos mantengan su estabilidad durante más de dos mil años.
No hay una sola respuesta, pero los científicos tienen algunas teorías. Un grupo de psicólogos cree que la curiosidad surge de adentro, como el hambre o la sed. Según la teoría de la pulsión, la curiosidad es una necesidad interna que debe ser satisfecha. Cuando la sentimos, buscamos algo, nuevo o familiar, que cumpla esa función.
Eso explica por qué aprendemos a tocar instrumentos o leemos sobre algún tema del que no sabíamos nada. Estas cosas no son necesarias para sobrevivir e, incluso, podemos llegar a fallar, pero alimentan nuestro apetito mental.
“Dos bomberos llegaron a un accidente y hallaron que todos estaban bien, excepto por una niña pequeña que todavía temblaba de miedo.
Ella sostenía algunos frascos de esmalte para uñas con sus pequeñas manos; tenía los ojos abiertos y llenos de lágrimas.
En lugar de hablar sobre el choque, los bomberos se arrodillaron a su lado.
Le preguntaron sus colores favoritos.
Dejaron que les pintara las uñas.
La niña sonrió. El miedo se disipó.
Durante unos preciosos minutos, las luces parpadeantes y las sirenas desaparecieron.
Cuando se marcharon, sus uñas estaban lejos de cumplir con el protocolo, pero pintadas en el tono perfecto de amabilidad y consuelo.
Porque, a veces, el rescate más grande no se trata de salvar a alguien del peligro, sino de ayudarlo a sentirse seguro de nuevo”.
La oveja loaghtan manés.
¡Es una de las pocas razas de oveja cuyos ejemplares pueden tener cuatro cuernos! Actualmente, se encuentran en peligro de extinción.
Pero, la teoría de la pulsión no explica por qué nos interesamos en cosas específicas. Allí es donde la teoría de la incongruencia aparece. Esta idea sugiere que la curiosidad aparece cuando algo no cumple con nuestras expectativas sobre cómo funciona el mundo.
Nos gusta lo predecible. Así que, si algo se sale del patrón, nuestro cerebro demanda respuestas. Imagina que estás leyendo esto y que oyes ruidos extraños en otra habitación. Es probable que no seas capaz de ignorarlo. Intentarías investigar y saber qué ocurrió. Ese instinto de investigación encaja a la perfección con la teoría de la incongruencia.
Cuando un rayo cae sobre la arena, suele crear fulgurita.
Derrite todo el sílice y, luego, lo fusiona en vidrio, aunque no se ve exactamente como vidrio.
Los científicos suelen referirse a esto como: “Rayo congelado”.
En lo que acuerdan los científicos es que la curiosidad se siente bien por una razón: cuando experimentamos algo nuevo y lo disfrutamos, nuestro cerebro libera dopamina (el químico ligado al placer y la recompensa, el mismo que aparece cuando saboreamos algo delicioso).
Esa es la razón por la que descubrir información desconocida, como caminar por una calle que nunca habíamos explorado o terminar el último capítulo de un libro y, finalmente, enterarnos qué le ocurrió a nuestro personaje favorito, se siente satisfactorio y emocionante.
Esta imágen con rayos X muestra la posición del pie al usar un zapato con tacón alto.
Los tacones pueden realzar la belleza de la mujer, pero la biología humana nos enseña que el cuerpo no está adaptado a este accesorio. Por ende, el uso excesivo de tacones altos puede causar serios problemas, debido al estrés biomecánico impropio que deja sobre todo el cuerpo.
Usar tacones altos obliga al pie a apoyarse sobre los dedos durante largo tiempo. Esto causa que los músculos se adapten a esta posición, acortando su tamaño. De hecho, se demostró la reducción de los músculos triceps surae (gastrocnemius y soleus) y de los músculos de la planta del pie como resultado de esta postura. A largo plazo, también puede generar dolor en la parte de atrás de la rodilla.
Estas vallas en Londres se ven muy extrañas debido a una razón en específico.
En Londres, existen urbanizaciones que tienen vallas bastante feas, y nos preguntamos quién las diseñó.
Si miran de cerca, verán metales extrañamente curvados en los bordes. Pero, en realidad, sirven para algo. Es decir, servían para algo en el pasado.
Estas “vallas”, en algún momento, fueron camillas. Durante la guerra, cuando se llevaban a los heridos, se los colocaba en estas estructuras de metal. No eran cómodas y muchos se quejaban de ello, pero eran fáciles de limpiar y no resultaban pesadas gracias a las rejas.
Luego de la guerra, quedaron muchas de estas camillas que ya no servían para nada. Entonces, como había falta de vallas en Londres, ya que el metal disponible, de alguna forma, se había mal utilizado para la guerra, se les ocurrió esa “idea recicladora” y crearon vallas a partir de las camillas.
Las camillas se colocaron en los postes del suelo. Y, así, las vallas de Londres son monumentos silenciosos para nosotros, que nos advierten de no llegar al mismo punto de nuevo.
