Son las 2 a.m. y te encuentras profundamente dormido. Sueñas con la increíble pizza que comiste durante la cena y con las sobras que comerás en el almuerzo de mañana. Estás acurrucado en la cama y tu teléfono reproduce música de meditación, para que puedas relajarte toda la noche mientras duermes. De repente: BUM. La puerta principal se cierra de golpe y te despiertas. Oyes el ruido de pasos que resuenan por el apartamento y los frascos dentro del refrigerador chocan entre sí cuando la abren y la cierran. “¿Qué demonios podría ser esto?”. Logras salir de la cama, te colocas una bata y caminas hasta la cocina, donde encuentras a tu compañero de piso, borracho, comiéndose las sobras de pizza, además de que notas que hay barro, en un rastro de huellas que van desde la puerta principal hasta la nevera… “¡Buen día!”.
Si han ido a la universidad o si viven en una ciudad donde los precios de los alquileres son ridículamente altos, es probable que hayan vivido con algún compañero de piso. Puede que hayan empezado siendo extraños y que rápidamente se hayan vuelto amigos, o que hayan sido amigos que se transformaron en archienemigos. Es imposible saber cómo terminará comportándose un compañero de piso, ya que no conocemos de verdad a las personas hasta que vivimos con ellas.
Recientemente, un usuario de Reddit curioso les pidió a los internautas que compartieran las historias más interesantes que tuvieran sobre compañeros de piso, y recibió muchas respuestas. A continuación, hemos recopilado algunas de las experiencias más locas, graciosas y perturbadoras que la gente ha tenido con compañeros de cuarto, para que puedan identificarse con el dolor de estar atrapado en una situación horrible o para sentirse agradecidos de que ya no tengan que lidiar con personas así. Asegúrense de votar por las historias que más les hayan impactado, tanto si se trata de experiencias conmovedoras o verdaderamente aterradoras, y déjennos saber en los comentarios si alguna vez han vivido con alguien fascinante. Por último, si quieren leer todavía más historias sobre compañeros de piso extraños, pueden echarle un vistazo a este artículo de Bored Panda.
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Estoy bastante seguro de que solía vivir con un hobbit.
- Era un hombre de 1,55 metros de altura, con cabello marrón rizado y una actitud constantemente alegre.
- Nunca usaba zapatos, dentro o fuera de la casa.
- Literalmente dormía en el suelo, en lo que solo puedo definir como un nido de mantas.
- Tenía un jardín y siempre me animaba a que comiera sus tomates.
- Traía samosas y otras cosas a casa, y siempre me daba la mitad sin razón aparente.
- Él y su esposa soñaban con vivir alejados en una pequeña casa en un camión.
Espero que le esté yendo bien.
¿Por qué vivir con otra gente resulta tan fascinante? La mayoría de nosotros intentaríamos comportarnos de la mejor forma, al menos al principio; pero, eventualmente, la verdadera personalidad de cada uno comienza a aparecer. Es imposible esconder la personalidad para siempre, ya sea que se trate de una persona loca por la limpieza que necesita fregar el retrete una vez por día, de alguien que tiene el sueño muy ligero y que sería capaz de llamar a la policía si los vecinos escuchan música luego de las 10 p.m., o de un mentiroso compulsivo que inventa historias elaboradas para evitar pagar el alquiler todos los meses. También, cuando nos mudamos con una pareja, pueden existir muchos desafíos que debemos enfrentar; pero, al menos, el amor está allí. Trabajamos duro para comprometernos por el bien de la relación y estamos acostumbrados a comunicarnos con la otra persona.
Pero, cuando se trata de compañeros de piso, puede que vivamos con una persona a quien no conocíamos antes de mudarnos, por lo que la situación puede terminar de muchas formas. Las diferencias culturales, las distintas personalidades y los diversos hábitos de vida pueden impactar en cómo se llevarán los compañeros de cuarto. Pero, si ambos respetan el espacio y se respetan el uno al otro, en teoría no deberían existir los conflictos.
Nos conocimos cuando presentamos nuestros pedidos para las habitaciones de la residencia durante nuestro primer año de universidad. Han pasado casi 50 años y todavía somos amigos muy cercanos. Recientemente, asistí a la boda de su hija. Fue una gran fiesta, ya que él es súper rico. En un momento, sentí que iba a llorar, pero no por el novio y la novia, sino por John y yo. Hemos llegado muy lejos desde ese primer apretón de manos incómodo hace medio siglo.
Desperté cerca de las 5:30 a.m. y me dirigí a la cocina, sintiéndome atontado y apenas despierto. Apenas entré, me detuve porque mi compañero, con el que vivía desde hacía 3 meses, se encontraba agachado en el mostrador y llevaba un bañador. En la voz de Gollum, dijo: “¡¡¡Mi precioso!!!”, e imitó los extraños movimientos de Gollum. Me rehusé a reaccionar a ello, no le dije nada y preparé el desayuno. Han pasado 10 años y todavía somos buenos amigos.
Algunas personas prefieren vivir con sus mejores amigos, mientras que otras optan por completos extraños con los que tendrán pocas interacciones. Existen pros y contras en cada situación. Siempre está el riesgo de que, cuando vives con alguien con quien eres cercano, la relación pueda verse perjudicada por los hábitos que no encajan, por lo que puede ser mejor escoger a un compañero neutral. No obstante, al vivir con alguien que no conoces mucho, puede resultar difícil saber si es digno de confianza. Y también puede tener molestas peculiaridades, aquellas que se intenta evitar cuando se decide no vivir con un mejor amigo, pero que solo toman algo de tiempo para salir a la luz.
Vivir con amigos cercanos implica que siempre contarás con apoyo emocional en casa y que, cuando quieres salir a tomar café, siempre tendrás a alguien para pedirle que te acompañe. Por otro lado, estas personas podrían meterse en tu vida más allá de lo que deseas. No podrás invitar a una cita a tu casa sin que lo sepan y puede que te sientas obligado a invitarlos a cada sitio que quieras visitar. Vivir con otros adultos puede ser una situación complicada por muchas razones, sobre todo si tus compañeros de piso son personas bizarras.
Solía vivir con dos desnudistas. No hace falta aclarar que no acostumbraban a levantarse temprano.
Un domingo por la mañana, alguien tocó la puerta principal. Eran testigos de Jehová.
Entonces, K se dirigió a la puerta y les invitó un café, pero estaba desnuda.
K es, pues, muy increíble cuando está desnuda. Tiene el cuerpo que tenía Chyna en su mejor momento y muchos tatuajes y piercings.
Claramente, los testigos se apresuraron a irse. Y jamás volvieron a aparecer en nuestro hogar.
Durante la universidad, mi compañero de piso, que era de Corea del Sur, solía jugar StarCraft (¿El 2? No lo sé) hasta bien entrada la noche. Es decir, cuando yo me levantaba para ir a la clase, él recién se desconectaba.
Eso curó mi insomnio. Escuchar el juego en un idioma que no comprendía era muy relajante y, aparentemente, pasé de que me tomara 3 o 4 horas conciliar el sueño (si es que me dormía) a quedarme dormido 30 segundos después de acostarme.
Esta lista está llena de ejemplos impactantes sobre incompetencia, como dejar un burrito en el microondas durante 40 minutos, y también de situaciones aterradoras, como tener un compañero que camina o habla mientras duerme. Pero vivir con un compañero de cuarto no siempre es negativo. A veces, puede que sea algo fascinante por lo diferente que esa persona es a ti. Si eres musulmán y terminas viviendo con un compañero mormón, puede que existan muchas diferencias religiosas, pero probablemente compartirán decisiones morales y de vida. Además, podrás aprender sobre la cultura de otra persona, si es diferente a aquella en la que creciste o en la que vives.
Y, aunque la comida suele ser un problema para muchos compañeros de piso, dado que algunas personas se sienten con el derecho de tomar lo que desean aun cuando no han pagado por ello, también puede ser una forma de generar amistades. Si tu familia es mexicana y sabes cómo preparar los chilaquiles más deliciosos del mundo, puede ser divertido compartirlos con tu compañero italiano que jamás ha probado ese plato. Compartir comidas puede ser una buena forma de relacionarte con compañeros de piso, y también puede resultar en que tengas que cocinar menos platos para ti solo.
El compañero de cuarto que tuve durante mi primer año de universidad fue escogido al azar. Este chico salía de fiesta todas las noches y dormía todo el día (literalmente, no se despertaba hasta las 5 de la tarde). Desapareció por una semana. Llamé a mi mamá porque no sabía si él seguía vivo. Ella investigó para saber si lo habían arrestado. Antes de que pudiera llamarme de nuevo, unos policías tocaron mi puerta y me preguntaron: “¿Has visto a [nombre]?”. Les dije que no. Mi mamá me llamó unos minutos después y me dijo que ¡lo habían visto robar una tienda de nuestra residencia! Intentó esconderse en un conducto de ventilación… Apareció en la primera plana del periódico del campus, lo expulsaron y me quedé con todo el cuarto para mí solo durante el resto de los semestres de otoño y primavera.
Tengo MUCHAS historias, pero una de mis compañeras solía caminar y hablar dormida casi todas las noches, y yo era la única que estaba despierta siempre que ocurría.
La vi limpiar el refrigerador, cerrar una bolsa de papas fritas y citar a Shakespeare mientras dormía. Lo que la hacía volver a la cama era cuando le pedía que volviera a acostarse: ella me miraba y cerraba los ojos. Siempre que le preguntaba si se acordaba de algo de todo ello, su respuesta era que no.
Mi compañero de piso durante la universidad afirmó que estaba involucrado con la mafia. Siempre estaba sudado y nervioso y tenía mucho efectivo en su coche. Se iba todos los fines de semana y jamás lo vi beber. Lo más extraño de todo es que nunca durmió en su habitación. Siempre estaba en el sofá, al lado de la puerta. Eventualmente, me contó que lo hacía porque, si alguien irrumpía en la casa para buscarlo, quería que lo encontraran a él primero, para que nadie más saliera herido. Todavía no sé si contaba la verdad, pero, aun así, a la noche, SIEMPRE cerraba la puerta de mi habitación con llave.
Una vez, mi compañera de piso creó toda una nueva forma de vida cuando dejó frijoles en el refrigerador hasta que se enmohecieron tanto que se volvieron blancos. Luego, se enojó cuando los tiré, ya que ella pensaba usarlos más tarde.
El primer día de clases, llegué a casa y encontré caca por todas partes: en el asiento del retrete, en los azulejos, en la alfombra del baño, en el soporte de papel higiénico, en el lavabo y en la alfombra.
Tuvimos una larga discusión. Eso no era aceptable.
Volvió a ocurrir y pasaron 6 semanas hasta que pude echarla.
Ella tenía una gran depresión. Trabajaba mucho y ganaba poco dinero, así que solía regresar a casa y encerrarse en su habitación. En un momento, dejó de limpiar y de lavar su ropa.
Trabajaba en una guardería y se contagió de impétigo. Era asqueroso, pero tratable. Sin embargo, no quiso tratarlo porque era demasiado costoso. Así que yo vivía con el miedo de contraerlo y de que los niños que ella cuidaba también se contagiaran (había dicho en su trabajo que lo estaba tratando y que ya no era contagioso, y le creyeron). Tenía llagas y costras enormes en su rostro y no le importaba. Luego de 5 semanas, FINALMENTE fue al doctor.
Las cosas continuaron tensas hasta que su mamá la visitó unas semanas después y la convenció de que se internara. Ella le había estado enviando mensajes suicidas a su mamá todos los días durante semanas. La madre pagó su parte del alquiler por los siguientes 3 meses, hasta que el contrato terminó, y ella regresó a su hogar. Nunca volví a hablarle. Espero que esté mejor.
En la universidad, tuve una compañera de cuarto que estaba obsesionada con CSI. Tenía una almohada, sábanas y mantas de CSI. Se negaba a prender las luces y dejaba todas las cortinas cerradas. Odiaba la luz y suspiraba si las encendía para hacer algo. Asistí a la universidad en la misma época en la que necesitabas un correo electrónico universitario para crear una cuenta de Facebook, y ella me contaba que usaban Facebook para espiarnos… Decía que jamás tendría MySpace ni nada similar (puede que no estuviera tan equivocada sobre ello) y siempre mencionaba que yo era una oveja, cuya identidad sería robada por “ellos”.
Mi otra compañera (éramos 4, con dos habitaciones y un área común) era extremadamente ruidosa a todas horas y, si le pedías que se callara un poco, incluso si lo hacías respetuosamente, comenzaba a dar volteretas, a golpear cosas y a cantar a propósito. Afirmaba ser la sobrina de Jay Leno.
Una historia más: tuve una compañera que se acostaba con un chico diferente todos los fines de semana y podíamos oírla del otro lado de la pared, ya que hacía mucho ruido. Le decíamos que podíamos escucharla y ella siempre negaba que se había acostado con alguien. Vamos, amiga.
Le enseñé a una compañera de cuarto cómo hervir agua. Otra cosa que nunca había preparado antes era té helado, además de sándwiches y ensaladas.
Mi primera compañera de cuarto de la universidad no solía lavar la ropa, “pedía prestada” mi ropa interior (sobre todo para las citas) y la devolvía sucia (sin lavar).
Le dije claramente que no tocara mis cosas, pero las tomaba de todas formas.
Comenzó a observarme desde los rincones oscuros de la casa cuando me encontraba en las áreas comunes a la noche. Era súper escalofriante.
Hace algunos años, mi anterior compañero de piso y yo dejamos que nuestro vecino de abajo se mudara con nosotros, ya que el chico con el que vivía había adquirido un nuevo hábito: se hizo amigo de las palomas que se encontraban en la azotea afuera de su habitación y eventualmente las dejó entrar y comenzó a cuidarlas como si fueran mascotas. La situación se volvió muy desagradable rápidamente.
Pasé más de un año quedándome dormido mientras escuchaba las peleas enfurecidas, casi en susurros, entre mi compañero y su novia. Susurraban lo suficiente como para que no pudiera entender cuál era el problema; pero, claramente, no estaban felices juntos.
Entonces, me quedaba en la cama y pensaba: “¿Qué debería hacer aquí?”. Es decir, eran violentos el uno con el otro, y no era como si una persona aterrorizara a la otra, sino que se trataba de dos personas jóvenes en un espiral de angustia mutuo y consensuado.
Mi compañero de cuarto de la universidad no sabía cómo lavar la ropa. Teníamos una lavadora y una secadora comunitaria en nuestro piso. Creo que fue durante la tercera semana de clases cuando me dirigí a comprar una soda en la máquina y, al llegar, noté que había unos 10 centímetros de burbujas en el piso. Mi compañero entró después de mi para revisar cómo iba el lavado. Había colocado, junto a su ropa, 3 cucharadas de jabón en la lavadora. Tuve que llevarlo a una lavandería fuera del campus para que lavara todo el exceso de jabón de su ropa.
